Virgilio López Lemus: Servir a la poesía
11 febrero, 2025 por
Antonio López Sánchez
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    Con la celeridad cibernética de los correos electrónicos, evadiendo la lentitud de las tardes de domingo y derrotando a golpe de trabajo los apagones, así sucede el siguiente diálogo. Virgilio López Lemus, doctor en Ciencias Filológicas, traductor, poeta, ensayista de sólida y honda casta, nos concede una entrevista y la responde con ritmo de atleta de alto rendimiento del intelecto.    
Como se ha anunciado, López Lemus comparte con Francisca López Civeira las dedicatorias de la 33 edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana (FILH 2025). A propósito de la mayor fiesta de las páginas en Cuba resultaba imperativo contar —escrita en primera persona— con la voz de este autor. De su obra, sus más recientes logros creativos, gustos, hasta de páginas malogradas y de otras a la espera se habla en estas páginas.
Así, nuestra publicación se une al merecido homenaje a tan destacado escritor e invita a la lectura de su amplia obra. De paso anuncia nuevos viajes creativos por llegar, desde la pluma de nuestro entrevistado.     
Aunque su trabajo es variopinto, el ensayo ocupa un sitio de preferencia, a juzgar por su vasta entrega a este género. ¿Por qué elige el cultivo asiduo de esos predios creativos?
   Gracias por su pregunta, pero no es el ensayo quien ocupa mi sitial de preferencia, sino la poesía, su cultivo en versos y prosa. Sin embargo, tiene razón, la mayor parte de mis libros son de crítica literaria y ensayos sobre conceptos de la poesía. Al concluir la FILH 2025 habré llegado a treinta y cinco volúmenes de prosa analítica.
Mi lema personal es servir, y servir a la poesía, de modo que la prosa expositiva, explicativa y de valor crítico me resulta un buen instrumento para esa función vital. Quizás, en verdad escribo en prosa analítica por curiosidad, por explicar el mundo que me sirve de referencia.
   Dentro de esa labor, hay un espacio especial para la décima. Además de ser poeta, como pensador usted ha dedicado no pocos estudios a tan singular estructura poética. ¿Cuál es el misterio, la atracción de la décima hacia su intención investigativa? ¿Ha resuelto algunos enigmas de tal estrofa o sigue siendo esa dama que aceptará todavía eternos requiebros en diez versos o en páginas de ensayos?
   Cierto, la décima ha sido una de mis preferencias de estudio. Cinco de mis libros tratan directamente sobre ella y en algunos otros expongo sus valores esenciales. Quizás la forma, la ascendencia barroca muy culta de la estrofa y su enorme popularidad en la poesía oral, me inclinaron a verla como un “fenómeno” de extremo interés, junto a mi dedicación de análisis acerca de la identidad, o identidades cubanas.
Me gustaría señalar que fui el primero en advertir por escrito, que la décima se fue convirtiendo en estrofa central de un complejo cultural muy amplio, que incluye desde el canto estrófico, su recitado, el debate y la función central del guateque hasta la incorporación de la música y músicos, la danza, el vestuario, intérpretes y poetas, improvisadores y personas que transcriben lo que se improvisa. Hay factores de mucho interés en el espectáculo público que ella protagoniza, donde también se incluyen locutores, escenarios engalanados y otros. Es ese complejo cultural el verdadero referente del tesoro inmaterial y cultural.
El estudio de la décima resulta muy extenso, una sola persona no puede abarcarlo, requiere que las universidades y centros de investigación abran sus puertas indagativas y explicativas. Yo solo he sembrado granos, he estudiado sus estructuras cuando la espinela no es su variante principal, he ayudado a ver qué décima es mucho más que espinela, me he referido a la mirada filológica sobre su entorno, dentro de la creación poética del idioma. He abierto algunos caminos. Mis libros sobre la décima presentan un cúmulo de apreciaciones que van desde su historia hasta su aplicación en el mundo latinoamericano y español. Me he limitado al texto mismo, pues no soy un folclorista, no tengo los conocimientos adecuados para el estudio especializado de la oralidad. Así, la décima es una dama eterna que de vez en cuando me llena de goces de la creación y de su estudio.
   Llama la atención —hablando de géneros— que siendo poeta no haya dado el salto a la novela o al cuento. ¿Algún motivo especial? ¿El investigador derrotó al Virgilio autor de ficción o hay alguna historia inédita que reposa el sueño del escritor riguroso?
   Agradezco esta pregunta un tanto complicada para responder. Comencé a mis dieciocho años de edad escribiendo cuentos y malos poemas de adolescente. Todos, gracias a Dios, perdidos.
Sale en la 33 Feria Internacional del Libro un texto coautoral (con mi tía Isabel Lemus Rosell) que es una novela-sin-ficción, sobre la llegada a la región central de Cuba de emigrantes canarios. El origen ya cubano de la familia Lemus y su asentamiento en el pueblo de Fomento también entra en la narración. Aunque Isabel fue la autora principal del relato, a mi persona se debe que se haya convertido en un libro para cualquier lector, bajo el título de Isabel bajo la lluvia eterna.
Algo narrativo hay guardado en mi computadora, que un día puede ser que salga a la luz. Digamos, sin embargo, que es mi sesgo menor, seriamente no creo ser un narrador, más bien he incursionado en ese ámbito por mi gran curiosidad ante el mundo y por hallar respuestas y expresión de tanto que se acumula en mi cerebro.
Quisiera recordar que mi primer libro de crítica literaria fue García Márquez, una vocación incontenible (1982, ediciones de 1988 y en ruso 1990). Me he ocupado de hacer crítica y hasta ensayos sobre textos narrativos de otros autores, así como prólogos y compilaciones de novelas y libros de cuentos. Soy un lector leal de infinidad de obras de tales géneros. La narrativa no ha escapado nunca a mi interés, hubiera querido tener los dones expresivos de su magia, pero he sido cuidadoso con no meterme demasiado en un terreno mucho más difícil para mí, por mis escasas dotes de contador de cuentos.
   Usted acaba de ganar el Premio Carpentier de Ensayo con una investigación sobre José Lezama Lima. Aunque podremos leerlo en tiempos venideros, ¿puede adelantar algunos temas de ese trabajo? ¿Todavía hay universos délficos que desandar en la obra del “otro José importante de la literatura cubana” (como dicen que decía de sí)?
   Ha sido una alegría que el segundo tomo sobre mi estudio global de la obra del gran poeta cubano ganase este año 2025, el Premio Alejo Carpentier de Ensayo. Complementa mi libro anterior Obertura para Oppiano. La narrativa y la poesía de José Lezama Lima, con el cual había obtenido el Premio Uneac de Ensayo de 2020 y Premio de la Crítica de 2023. Ahora el libro se llama El archipiélago Lezama. El ensayo dionisíaco de José Lezama Lima.
Creo que al autor de El siglo de las luces se sentiría complacido, porque un texto premiado bajo la advocación de su nombre se dedicara a la figura de su amigo barroco. Como el subtítulo enuncia, es un estudio de toda la labor ensayística y crítica de este gran autor, que es la parte de su extraordinaria obra menos abordada por la investigación literaria. Como Martí, Lezama es infinito, siglos por delante se escribirá sobre sus obras.
   
¿Qué nuevas obras esperan en el tintero, o en el teclado, de Virgilio López Lemus?
   Varias, diversas, se me quedan por salir hacia la luz y hacia la vida: el Diccionario práctico de versología hispánica no pudo aparecer para esta 33 Feria, entregado al taller, pero detenido por falta de papel para imprimirlo. Complementa mi conocido libro, ya con tres ediciones, Métrica, verso libre y poesía experimental de la lengua española.
Un día saldrán mis textos sobre poética y poesía reunidos en Invariancia de escala, ensayos. Una buena cantidad de poemas completamente inéditos se encuentran en mi computadora bajo el título de Imitación de la manzana. He concluido un libro de poemas para la infancia preescolar llamado San se acabó. Sobre poesía española es España en la sangre, este y un breve libro dedicado al Indio Naborí, esperan por salir un día de las editoriales donde duermen. Todos ellos, y otros más, son mis bellas durmientes del bosque de la escritura.
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