Tres momentos para la mujer en la Feria del Libro de Granma

I. Homenaje a «La novia de Bayamo»

Mujer bayamesa de Sindo Garay, acompaña el recorrido fotográfico en pantalla LED, por la intensa vida literaria y familiar de Lucía Muñoz Maceo, la poetisa que está cumpliendo siete décadas de vida y es una de las motivaciones del capítulo granmense de la 31 Feria Internacional del Libro.

La bayamesa de José Fornaris cantada en tiempo lírico con acompañamiento de guitarra y bailarina, aparecen a escenario y estremecen. La intimidad de la sala teatro José Joaquín Palma de Bayamo acoge artistas de varias manifestaciones para hacer el homenaje merecido a «La novia de Bayamo», símbolo vivo de la cultura cubana.

La velada, contó con la presencia de Alpidio Alonso Grau, ministro de Cultura y Juan Rodríguez Cabrera, presidente del Instituto Cubano del Libro, autoridades de organizaciones políticas, gubernamentales y culturales del territorio, escritores, poetas y amigos de la homenajeada. La sorpresa mayor, es la aparición del poeta Luis Carlos Suárez Reyes, compañero de estudios universitarios, de sueños, constructor de familia común, interpretando «Lucía» de Serrat, que cae como anillo al dedo a la ocasión.

Francisco López Sacha, escritor manzanillero, dijo que Lucía es su compañera en la escritura, ella fue capaz de impulsar el movimiento cultural en esta región del Oriente, mujer y madre intachable, desde la presidencia provincial de la UNEAC que ocupó por veinte años, hoy cada escritor le debe lo hecho que se disfruta.

Recibe la poetisa el reconocimiento de la UNEAC de manos de la homóloga Juventina Soler Palomino, presidenta del gremio en Granma.

Como una pieza teatral, ejemplo de lo mejor del género, cierra la velada cantando junto al público la intérprete Lisandra, «Mujer bayamesa» de Sindo…«todo lo deja, todo lo quema, ese es su lema, su religión».

Déborah: del enclaustramiento a la Feria del Libro

Déborah Frómeta Cobo pasa del enclaustramiento a la 31 Feria Internacional del Libro con el minicuento, «Doble juego»,  publicado en una antología que es bien acogida en La Habana por el público lector que se deja sorprender por historias cortas y cortantes como las que recoge Té por limón. Textículos Eróticos, con selección y prólogo de Dulce María Sotolongo Carrington y Zobeida Ramos Fonte, publicada por la editorial norteamericana Jungla House en 2023. 

Desde su Jiguaní natal, municipio de la provincia Granma, la filóloga e investigadora, poetisa además, no se dejó aplastar por las reglas de la pandemia que exigieron cero contacto humano. 

Ella tan sociable, tan «hacedora», tan de libros y espacios culturales, desafió al letargo con más letras.

Junto a sus colegas escritores del grupo «Hacedor», cuando el año 2020 parecía detener el tiempo «nada fue mejor que liberar la imaginación hacia cauces insospechados, un grupo de amigos escribíamos sin ataduras, libres a plenitud, las noticias impactaban los amaneceres de Cuba y el mundo», confiesa Déborah y sigue: «salvando distancias de todo tipo evocamos a Boccaccio, el Decamerón con el influjo de la peste negra en Florencia, nos afligimos por Sor Juana Inés elevada al cielo antes de tiempo por contagio de tifus… ¿Tendrá el hombre que vivir en agonía contra su ocaso?».

No quedaba otra opción que CREAR así con mayúsculas: «mientras la pandemia protagonizaba, los seres humanos éramos personajes secundarios, episódicos». En ese entorno nace «Doble Juego», y otros relatos que juntó en un cuaderno inédito.

De Té por limón. Textículos Eróticos nos dice: «es un compendio que intenta mostrar rasgos auténticos e ineludibles de la psicología humana, el Eros aflora insertado en la diversidad estilística, en la simbiosis contenido-forma empleada en los textos. El rompecabezas o enigma que puede ser toda antología es premisa y punto de partida».

Ojalá llegue a muchas manos esta obra plural hecha por y con mujeres.

III. La poesía femenina frente a la cotidianidad

«Las Mujerísimas», espacio del Comité de Género de la UNEAC auspiciado por el Centro Provincial del Libro y la Literatura en Granma, tuvo otra edición en el capítulo granmense de la 31 edición de la Feria Internacional del Libro.

Con sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en Bayamo, contó con la participación de la poetisa Juventina Soler Palomino, presidenta de la Asociación de Escritores de la UNEAC; Lucía Muñoz Maceo poetisa a la que se dedica la feria en la provincia; y las escritoras Yudith Izaguirre, Marianela Labrada y una servidora.

Acerca del discurso poético femenino en Granma, más allá del espacio cotidiano, se habló en la tarde con la presencia de Rosa María Rodríguez, directora del Centro Provincial de Patrimonio, intelectuales granmenses, estudiantes universitarios y la participación de las actrices Nara Virelles y Yamisleydis Reyes quienes declamaron, como regalo, una selección de poemas de Lucía.

Las ponentes concordaron en las dificultades de las mujeres poetas para hacer su obra en medio de un constructo social que camina hacia la emancipación femenina más raigal en el que, paradójicamente, prevalece el machismo, no solo en el entramado íntimo de la familia sino también en la institucionalidad.

De sus experiencias como concursante anónima habla Marianela Labrada, ante la diatriba de un jurado que duda al entregar un premio por no saber distinguir si es hombre o mujer el o la concursante, y aun más duro la negativa a otorgar un reconocimiento a Juventina por abordar problemas que corresponden a los «masculinos» en sus obras.

En lo personal, he escuchado varias veces decir al historiador Delio Gabriel Orozco que Carlitos Céspedes y Céspedes, primogénito del Padre de la Patria, había contado a un periodista que lo publicaría luego en un periódico caribeño, que se encontraba con sus suegros en el ingenio Las Mangas —estaba casado con Elisa Figueredo, una de las hijas de Perucho e Isabel Vázquez—, muy cerca de Bayamo en las vísperas de la Revolución, cuando Perucho tejió la música de un himno que Isabel ayudaría a componer: «La bayamesa», pero que fue firmado solo por este, en aquella hoja que daría a guardar a una camagüeyana, por lo que ha pasado a la historia como el autor del Himno Nacional cubano.

Quizá este hecho es la génesis de la poesía escrita por mujeres en Cuba, marcada por la sociedad patriarcal y machista, negando desde el principio el papel de la mujer en la literatura, y en los ámbitos público y social. La mujer relegada a lo doméstico, a lo íntimo, participando sí, pero de manera anónima, en un tercer plano. Porque no hay que negar que, si bien a nivel social existían pensamientos adelantados en cuanto a la política y el desarrollo económico, la igualdad del ser humano y la esclavitud, en pleno siglo XIX la mujer aún carecía de derechos civiles. Así, desde sus orígenes, en el discurso poético cubano la mujer ha estado ausente, consciente o inconscientemente, ha sido omitida.

En la primera jornada de la Feria del Libro, el profesor Virgilio López Lemus impartió una conferencia en la que repasó dos siglos y medio de poesía, desde «Espejo de Paciencia» hasta los finales del siglo XX y los inicios del XXI. Solo tres mujeres menciona en etapas diferentes entre medio centenar de poetas masculinos: Gertrudis Gómez de Avellaneda —solo en el tema del exilio―, Dulce María Loynaz y Luisa Pérez de Zambrana —cobrera, por cierto, oriental, reconocida por el apellido que adquiere al casarse con el crítico literario y promotor cultural Ramón Zambrana.

Al llegar a la etapa de ese grupo medular llamado Orígenes, me llama la atención como no menciona a Fina García Marruz, cuando la Feria tiene entre sus dedicatorias el centenario de esta intelectual y poetisa cardinal para la literatura y la cultura cubana, ni a Cleva Solís, otra de las origenistas. Es solo un ejemplo, quizás inconsciente, pero la visibilidad de tres mujeres es como la punta del iceberg. La sociedad como ese océano que ahoga y disimula el papel femenino, que o relega. ¿Cuantas mujeres pagaron con silencio sus pasiones literarias? Lleguemos a Granma porque tampoco fue mencionada ninguna del Oriente en la disertación.

¿Dónde quedaron Úrsula Céspedes, María Luisa Milanés, la propia Lucía en esa historia de la poesía y la nación? Quizá es un atrevimiento, una osadía de mi parte, pero es mi opinión.

Úrsula Céspedes Orellano compuso sus primeros versos para cuya publicación recibió apoyo de su pariente Carlos Manuel de Céspedes, quien incluso escogió su primer seudónimo: La Calandria, también emplea La Serrana y Carlos Enrique Alba. Y aunque se estila el uso de seudónimos, fueron las mujeres que se atrevieron a escribir y a publicar, las más impelidas de usarlos.

Ecos de la Selva se llama el cuaderno poético de Úrsula, con prólogo de Carlos Manuel de Céspedes en el que dice: «Por eso sus versos a pesar de los defectos que adolecen, arrebatan y seducen; ella pinta lo que siente; pero lo hace con tanta verdad de colorido, que su sentimiento se transmite como el fluido magnético al corazón de los que oyen sus acentos inspirados». Después de la valoración del Padre de la Patria, poeta también y músico, hay poco qué decir.

A Liana de Lux (seudónimo de María Luisa Milanés) se la considera autora del primer manifiesto feminista conocido en Cuba, su Autobiografía, reveladora de fuertes consideraciones sobre la situación de las mujeres. En la poesía de Liana se plasman temas como la muerte, el desamor, el dolor reflejo de la opresión al género femenino que le tocó vivir en las primeras dos décadas del siglo XX. Ahí está su poesía, contando una historia, antecediendo incluso el desenlace trágico, fatal de su existencia.

Casi todos los poetas piensan que poetas son los otros, dijo Fina «sino aun los más humildes, la hermana que cose en la habitación de al lado, la bocanada fresca que entra cada mañana cuando abrimos la puerta, el canario en el balcón». Y ese ha sido el precepto de la poesía toda y en especial la femenina, el descubrir en la cotidianidad de la naturaleza, del hogar, de la vida, los sustratos de la inspiración poética.

Llegando a Lucía, homenajeada en esta Feria, se descubre en su vastísima obra una poesía íntima, cotidiana, comprometida con la mujer, pero más con sentido de clase, obrera, por cierto. Lucía canta a las manos, a la madre, a los hijos y la incertidumbre del crecer, con imágenes avasalladoras, despertando emociones. En ella hablan la costurera, la maestra, la mujer de casa que es yunta de un esposo, no costilla, que «tiran» parejo en la construcción de una familia. También llega lo erótico, sin disimulos, lo tierno, sin tapujos, se desgarra y abre el pecho. ¿Cómo ocultar lo evidente, lo humano?

La poesía sirve para expresar lo que nos hace vulnerable, pero también lo que nos hace creer, con la absoluta conciencia de que la poesía conmueve, cambia, es también espada y manto, asidero y camino para las mujeres, sin distinción.

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