El silente amanecer de Marianao nos lleva a las puertas de la profesora Francisca López Civeira. Autora de un gran número de libros, maestra frente a las aulas, escritora homenajeada en la actual edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana son más que suficientes argumentos para una entrevista.
Como premio, luego de todas las razones anteriores, se suma el hecho de que Paquita, como la llaman los que la respetan y quieren, es una excelente conversadora. La pasión de la entrevistada y la del eterno alumno que es este escriba cuando se habla de historia, hacen que el diálogo se extienda, se desvíe, se enriquezca. José Martí y la historia de Cuba son temas obligados una y otra vez. Al final, las riendas del oficio obligan a la síntesis, a la contención. La llegada de dos colegas de otro medio de prensa, a la espera de su turno para la siguiente entrevista, marcan el necesario punto final. De toda esa mañana de preguntas y respuestas sazonadas con anécdotas, sabroso intercambio y vasto aprendizaje, dejamos aquí, aunque incompleto, el mejor retrato posible.
¿Usted persiguió y escogió a la historia para dedicarle la vida o la historia la persiguió y escogió a usted?
Cuando yo era niña me gustaban mucho la historia y la literatura. Mis maestros me hicieron acercarme más a la historia. Cuando se abrieron las posibilidades para que todos pudiéramos estudiar en la universidad fue que me decidí por esa especialidad, pero nunca abandoné la lectura. La historia es más de estudio y la literatura quedó entonces como disfrute.
¿Le satisface la selección, Historia sobre Literatura?
Escogí una especialidad donde creo que he podido desarrollarme y puedo aportar. Nunca me separé de la literatura, porque al final la narrativa y la poesía también son fuentes históricas. Un verso puede dar una época. Hay muchas décimas, hay poemas anónimos o poemas de escritores reconocidos que al escribir sus versos dan el sentido de una época, tal como lo puede hacer una novela. Por sólo ponerte un ejemplo, si hablamos de los grupos pandilleros que existían en Cuba, en las décadas del cuarenta y del cincuenta, hay una novela como La trampa, de Enrique Serpa, que resulta ser una fuente extraordinaria de información. Desde la literatura también podemos explicar los procesos históricos.
Aunque usted es una escritora del ensayo y del texto histórico, el público a veces identifica a los escritores sólo a través de la poesía, la novela o el cuento. ¿No se le ha ocurrido saltar a la ficción?
No me siento en capacidad de escribir ficción. A partir de las fuentes que se utilizan en una investigación yo reconstruyo un proceso histórico, teniendo en cuenta lo que ya se ha dicho y sin desconocer lo que otros colegas han dicho antes. Uno llega a un punto en el que sabe sobre tal cosa, hasta aquí; entonces tratas de ver qué hay de nuevo, qué dato, suceso o enfoque puedo aportar. Ahora, eso se hace a partir de tratar de reproducir y analizar un proceso histórico, pero no de idearlo, no de imaginarlo. Es tratar de presentarlo tal como fue, desde la investigación realizada.
De todas formas, no son fronteras tan lejanas. Al final, contar la historia es hacer un cuento.
Sí, pero sin falsearla, siendo lo más veraz posible. Ese proceso histórico que analizo termina cuando digo: esto fue así. Las fuentes me dan la posibilidad de afirmar: sucedió de esta manera. Yo no me siento en capacidad de saltar a la ficción.
Entonces, ¿qué opina usted del uso de las utopías, distopías, ucronías, de replantearse o reescribir la historia para hacer novelas o cuentos de ficción?
Lo que un escritor imagina como proceso histórico, desde la ficción, no da garantías de que pudiera haber pasado. ¿Qué hubiera sucedido si matan a Fidel en el Moncada? Nadie puede afirmar qué pudo pasar luego. Es complicado el uso de la historia como recurso literario, porque implica el riesgo de que algunas personas crean que, lo que esa narración cuenta, realmente pasó así. Ese tipo de obra pudiera distorsionar los procesos históricos, pudiera crear confusión. Para algunas personas sería ese el modo en que se desarrolló un determinado período o acontecimiento. Una cosa es que haga una novela sobre la guerra de independencia e imagine los personajes, y otra es que use personajes reales y los coloque donde no estuvieron. El tema descansa en el cómo se puede manejar esa historia, que se haga de modo que el lector no se confunda pensando que lo que se narra pasó en la realidad. La idea es que no se tergiversen los procesos históricos, y que nunca, nunca, se cree confusión sobre los procesos históricos.
Hablemos de José Martí. ¿Cree usted que se le respeta y aquilata en la justa medida de su obra y figura?
En estos asuntos siempre hay matices y diferencias. Aquí en Cuba tenemos una veneración por Martí, en sentido general. Aunque existen personas que apenas conocen de Martí más que el nombre, pero no su pensamiento, lo que hizo, lo que proyectó y logró. Martí es una figura que no dejan de manipular. Solo fíjate como constantemente se le acusa de mujeriego, de bebedor…
Hay un libro excelente, de Ricardo Hodelin, Las enfermedades de José Martí, que desmiente por completo esas ideas…
Ese es un gran libro. Tuve la suerte de ser una de las que lo evaluara para ser Premio de la Academia de Ciencias. Yo había leído mucho sobre Martí enfermo, pero ese libro me ayudó a entender más la dimensión de Martí, a comprenderlo, a asumirlo. Ahí te das cuenta de que sus enfermedades no le permitían beber.
José Martí es un autor al
que tenemos que leer todos. Hay que ir con las edades, los niños deben leer La
Edad de Oro. Hay que promover más la lectura directa de la obra de Martí.
Hablamos de un pensamiento que nos sirve para todo en la vida, por su ética,
por su patriotismo, por ser un analista increíble… Piensa que con veinte años
escribe La república española ante la revolución cubana, y ya tiene ahí un
extraordinario sentido del momento histórico. Afirma en el texto que la ley del
tiempo condena a España. Ese sentido será acrecentado, desarrollado
extraordinariamente luego, con sus experiencias. Hay un trabajo que escribe en
México, cuyo concepto central es avanzadísimo. Dice algo así como “un pueblo no
es independiente cuando ha sacudido las cadenas de sus amos. Empieza a serlo
—dice Martí— cuando ha arrancado de su ser, los vicios de la vencida esclavitud
y, para patria y vivir nuevos, alza en forma conceptos de vida radicalmente
opuestos a esa esclavitud pasada”. Yo comentaba esa frase con unos alumnos y me
preguntaban si era una cita de Gramsci. Pues no, es de José Martí. Hablamos de
un hombre de veintidós años. Ahí hay capacidad de análisis, capacidad de visión
hacia el futuro.
Martí es útil hasta para las relaciones de pareja, nos puede acompañar en todo. A su hermana le dice en una carta: “el amor es rocío, es goteo, es el beso que aún no se ha dado”. Entonces, hay que visitarlo, hay que lograr que se conozca desde sus propios textos. Hay que leerlo sin intermediarios.
Existen muchos hechos que, sin estudiarlos, sin profundizar, se manejan desde un imaginario muy distorsionado. Yo no pido que cada cubano sea un especialista en la vida de Martí, pero hay que conocerlo y conocerlo bien. Donde me pidan que vaya a hablar de Martí, voy con mucho gusto. Estamos en presencia de un pensamiento, una ética, una vida que vale la pena estudiar. Martí nos enriquece como personas, como cubanos, como patriotas, como seres humanos. Es siempre un disfrute leer a Martí.
Me gustaría mover ese análisis hacia la historia, ¿qué nos falta en términos de pensamiento para que la conozcamos mejor, para que no pueda ser tergiversada?.
Es muy difícil. Hay una mirada hacia la enseñanza de la historia, que no es generalizada, pero existe, de que todo el mundo es capaz de impartir historia. No es así. Hay que estudiar mucho para impartir una clase de historia, de cualquier nivel. Hay quien piensa que por leerse tal cosita y tal manual ya puede hablar. La historia lleva el mismo rigor que tiene cualquier otra ciencia. Por desgracia existen esas miradas simplistas que nos afectan.
Es importante preservar los claustros de profesores; valorar la superación, la experiencia y la calificación del personal que imparte la historia. Hay que trabajar mucho en esto. No pensemos que los problemas en Cuba respecto a la enseñanza de esta materia suceden solo en nuestro país. Es un problema en todas partes. Tengo ejemplos y los he vivido.
Hay mucha manipulación respecto a los procesos históricos. La historia es siempre un punto de atención, pero justamente por dónde y cómo vivimos, se debe ir a la historia tal y como fue. Explicarlo todo tal y como sucedió. Pero para lograrlo necesitas especialización, profundizar en esos hechos, actualizar los libros de texto y garantizar que, lo que el libro dice, sea coherente con lo que dice el maestro en el aula. Eso requiere una preparación sólida. Así es como se imparte la historia.
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