A orillas del río Sena descansan dos amantes, como muchos otros, mareados en un aire parisino de noviembre que invade el cuerpo hasta sacudirlo de frío. Pero qué más da, están en París del siglo XX y van al cine, y comen pasteles y regresan a su casa de jardines y escaleras para tomar el té e inyectarse el arsénico. Las charlas de dos amantes pueden sofocar al amor. Tal vez floreció el tema de su miseria, de la escasa remuneración por el compromiso ideológico que llevaron impregnado en vida, Laura desde su padre y Paul desde que salió del puerto cubano a Europa, o quizás hablaban de sus tres hijos, y andaban la casa para acomodar el recuerdo amargo que tranca en sus gargantas la pérdida y la muerte. Entonces, Laura Marx y Paul Lafargue, descansan al fin las más de seis décadas de lucha marxista, fuera de la ciudad y de la vida. Pasó más de un siglo para que el dramaturgo y escritor cienfueguero Atilio Caballero dejara en escena Todo
lo sólido se desvanece en París, una obra que reencarna a los amantes para reflexionar sobre las ideas contemporáneas de la izquierda.
«Últimamente he estado haciendo más teatro que literatura. He descubierto que hay mucha de mi poesía y narrativa en la construcción de la obra. Son como vasos comunicantes que uno mismo no controla y de alguna forma se las arreglan para actuar», reconoció Atilio Caballero mientras mostraba su recelo y cuidado hacia la poesía.
Caballero prefiere apaciguar ese imaginario poético cuando encara al grupo teatral La Fortaleza, que fundó hace dos décadas en la Ciudad Nuclear de Cienfuegos. La escritura escénica le mueve el juego de narrador primera persona hacia director en una tercera persona expectante y crítica. Son universos distintos los de la literatura y el teatro, pero Caballero teje una red para saberse encontrar en el rastro literario «con temas de la amistad, de la pérdida y recuperación de la memoria, de las personas que no están o que se quedan»
Leer a Atilio Caballero en Naturaleza muerta con abejas, novela reeditada por Letras Cubanas el año 2023, resulta una imposición de la imagen casi de forma inconsciente. Naturaleza muerta... revela el trasfondo existencial de un joven Atilio, desde memorias del servicio militar, y crea un ambiente que trasciende a cuestionamientos universales del ser humano. «Cuántas veces tendrá un hombre que mirar hacia arriba para ver el cielo», quedó así la frase de Bob Dylan en el libro como un ramo de dudas en el camino.
Puede que la quietud del ser humano en circunstancias distintas sofoquen tanto a la naturaleza como a los amantes. Precisamente ese nexo de la temática permite al autor reencontrarse en sus letras. «Cuando la estuve hojeando, hay muchas cosas que volvería a escribir tal y como lo hice hace 20 años, porque el autor no cambia, cambian sus historias».
Desde su joven escritura reveló rasgos descriptivos que bien podrían quedar en la mente como actos de una composición teatral. Pero el autor cuida la adaptación literaria a las tablas. «Cuando escribo me siento solo, conmigo mismo, cuando haces teatro tienes que compartir. Trabajas con cinco actores que son mundos distintos. Es más difícil y bello ver lo que uno escribe en la realidad. El lenguaje de escena es totalmente distinto al poético y tengo que estar alerta porque se cuelan cosas de la poesía y la lírica cuando lo primordial es el peso de la acción dramática».
Todo lo sólido se desvanece en París se fraguó durante dos años junto al grupo La Fortaleza. «Nosotros buscamos casas grandes, antiguas y aprovechamos todo el espacio», comenta Atilio Caballero sobre el proceso de montaje en un escenario íntimo para despedir el compromiso ideológico de los amantes, una especie de «serpiente que se muerde la cola» al no vislumbrar el progreso, como si habitaran un estanque con peces que nadan hacia atrás, guiño de bonsai en su último poemario, El olor del césped recién cortado, tal vez un vaso conector de forma inconsciente en la obra de Atilio Caballero.
Our blogs
Archivar
Identificarse to leave a comment