Los caminos de la creación

El Salón Profesional del Libro inició su tercera jornada en la Feria Internacional del Libro de La Habana con el Taller de Traductores. La conferencia desarrollada exploró las interioridades del compromiso de los editores con los autores a través de la ponencia de María Elena Silva.

La premisa fundacional del conversatorio de Silva se sostiene en la defensa de los valores y la búsqueda del reconocimiento de los derechos de esa profesión. Desde ese ángulo plantea cuestiones de debate tales como: ¿El traductor debe mantenerse fiel al sentido literal del texto aunque se pierda una carga subjetiva del mensaje? ¿Es preferible vaciar el texto de su sentido primario para mantener un contenido estéril? ¿Es ético traducir textos que hacen apologías a la violencia, al sexismo o se alejan de las ideas políticas del profesional?

No podemos decir que exista una solución única o fácil para estos dilemas éticos, afirma Silva. Pues es necesario extrapolar la situación de la traducción y la literatura a los conflictos de la civilización humana. Si se modifica el texto... ¿Hasta qué punto el traductor se convierte en autor del texto traducido y responsable del contenido?

Acerca de las exigencias de la labor, afirmó Silva que los profesionales de las palabras deben acordar las formas de pactar las condiciones de su trabajo. El apego a las normas, la obligación de mantenerse en la búsqueda de información continua y a la salvaguarda del prestigio de sus colegas escritores son la piedra angular de su desempeño.

La ponencia finalizó con el llamado de Silva de hacer justicia a esa creatividad y competencia al servicio de la literatura. Como solución propuso que se mencionara de manera sistemática al autor de la traducción en cada obra traducida.

Tania Vargas, directora de la Agencia Literaria Latinoamericana en su intervención consideró que más que un reclamo es una obligación de la editorial que publica. Explicó que no es una cuestión zanjada la de que al traductor se le reconozca también como un autor y se remunere de ese modo a pesar de que se encuentre vigente la Ley del Derecho de Autor.

La editora Pilar Sa compartió sus vivencias con un pasaje ocurrido en el 2009 cuando tradujo La rebelión de la clase media, un tomo de Borís Kagarlistki que expresa elementos verdaderamente actuales. El crédito del volumen le fue retirado a la editora que sostuvo en la presentación que «esta lucha constante se origina de la postura de muchas editoriales que siguen el criterio generalizado de que la traducción es un trabajo irremediable».

Agregó que el asunto no solo concierne a la institución, sino también se trata de las traducciones deficientes que tributan a una mala reputación para el gremio y al legitimado equívoco de que «cualquiera puede traducir un libro».

«Hay autores que respetan consecuentemente el trabajo del traductor literario y hay otros que imponen un sistema de dinámicas en la obra. Las traducciones a veces alcanzan otras plataformas digitales o el plano audiovisual y en el contrato de venta de la obra a transnacionales en ocasiones no figura el traductor», detalló la editora Mónica Olivera. El debate se encaminó hacia una compresión holística de la polémica que al decir se Olivera «no es solo un problema ético, sino también un problema legal».

La editora e intérprete Gretchen González afirmó que aunque exista la regulación que protege a los traductores en Cuba deben explorarse vías para implementarla adecuadamente y respetarla de modo sistemático. Como parte de un fenómeno mundial los traductores se consideran a menudo víctimas de la omisión y del desconocimiento de esa clase de leyes.

 

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