Álvaro Castillo no es cualquier librero. Es uno que lleva 30 años viniendo a Cuba desde Colombia, dice frases como ¿qué bolá? y ¿tú te acuerdas?, y proclama casi con orgullo ser de Centro Habana. Por tanto, su diálogo con los libreros del país no podía ser otro que cercano y enriquecedor, lleno de anécdotas personales y también de análisis profundos sobre el papel de los libros y de la figura del librero en la sociedad.
El encuentro se convirtió en un espacio de intercambio sobre la pasión por la lectura y el servicio que ofrecen estos espacios culturales. Castillo recordó sus recorridos por librerías cubanas, desde las ciudades hasta las montañas, y la grata impresión que le dejó una en especial, en la provincia de Guantánamo, cuya organización impecable y atención cálida le hicieron sentir la magia de estos espacios.
Su experiencia en Colombia le permitió contrastar realidades, resaltando el resurgimiento de las librerías en su país y el papel que desempeñaron durante la pandemia, cuando muchas personas redescubrieron el placer de la lectura. En su opinión esto ha sido muy favorable.
El encuentro generó una conversación sobre la labor del librero, más allá de la venta de libros. Se habló del papel del librero como mediador cultural, consejero de lectores y testigo de su tiempo. Castillo insistió en la importancia de la curiosidad y el conocimiento, animando a los libreros a no solo ofrecer títulos, sino a comprender su contenido para guiar mejor a quienes buscan una historia, un aprendizaje o un refugio en esas páginas.
Además, se habló de la resiliencia del gremio ante los desafíos, desde la crisis económica hasta la transformación digital. Destacó el uso de redes sociales como herramienta esencial para conectar con el público, una estrategia que permitió a muchas librerías sobrevivir durante los momentos más difíciles de la pandemia.
En este sentido, uno de los momentos más emotivos del encuentro fue el reconocimiento del esfuerzo de los libreros cubanos durante la crisis sanitaria. Se recordaron iniciativas como la distribución de libros en centros de aislamiento y hospitales. Para Castillo, este tipo de acciones representan un testimonio invaluable que merece ser documentado y compartido.
Feliz y complacido con su intercambio con los libreros cubanos, Álvaro Castillo los instó a estudiar y prepararse, para tener algo más que ofrecer a sus lectores y reducir la brecha entre un libro y su lector potencial. El encuentro dejó claro que una librería es mucho más que un punto de venta: es un refugio, un espacio de encuentro y un reflejo del tiempo en que existe. Como parte de esto, los libreros, con su conocimiento y dedicación, son los encargados de llevarlas adelante y hacer todo a su alcance por brindarle a las personas, esas historias que esperan ser leídas.