Las leyes de la robótica según Bruno Henríquez

«¿Quién sabe aquí qué es la Inteligencia Artificial (IA)?», cuestiona el científico Bruno Henríquez en el panel acerca de los aspectos de la IA en lo profesional y lo popular. El conversatorio desarrollado en el Salón Profesional como parte del cronograma de la Feria Internacional del Libro de La Habana contribuye a desmitificar y analizar muchos de los conflictos que experimentan el sesgo de la IA.

Henríquez conceptualizó la IA como disciplina que se aplica por medio de máquinas y permite hacer inferencias a partir de estos artefactos. «¿Cómo hicimos el salto de lo numérico a la representación simbólica de conceptos que nos permiten hacer análisis? Esto llega del álgebra lineal y sus equivalencias numéricas», anota.

Analizó Henríquez que en la actualidad se cree que la IA es omnisciente y actúa como una suerte de oráculo. Sin embargo es una inteligencia que aun cuando le preguntamos, es capaz de fabular.

«Chat GPT es una inteligencia virgen que debe ser educada», anotó Henríquez. En manos de especialistas, la IA es una herramienta con la que se hace simbiosis para extraer conclusiones certeras.

El científico expresó que los peligros que entrañan las IA están condicionados por quiénes las utilicen. Ilustró su idea a través del texto Tres leyes de la robótica del escritor Isaac Asimov que constituyen una norma ficcional que actúa como freno para que las IA no agredan ni destruyan a la humanidad.

Algunos aplicaciones de las IA como las voces sintéticas acarrean conflictos legales por robo de identidad. «Esto por qué pasa?», pregunta. Aventuró el científico que es debido a que se toman decisiones sin leer ciencia ficción. Cada época cuenta con una literatura que representa el sentir del período y sus conflictos, al tiempo que funciona como acervo.

Los sesgos en las polémicas respecto al manejo de las IA son numerosos. Si se le ordena a un robot no matar ¿Hasta qué grado es ambiguo el comando? Explica Henríquez que un robot entrenado con dicho efecto podría quizás ser incapaz de reconocer al ser humano o distinguir si es enemigo o no.

Henríquez situó la comunicación con extraterrestres como uno de los cuatro problemas principales del diálogo entre inteligencias. Aludió al volumen de divulgación científica Civilizaciones extraterrestres del autor Isaac Asimov.

Respecto a las implicaciones de la relación entre la traducción y las IA afirmó Henríquez que los vaticinios de una futura pérdida del vocabulario o unificación de las lenguas latinoamericanas en un español neutro pueden ser producto de los temores al fenómeno de la tecnificación. «La IA no debería resultarnos ajena, es una prolongación de nuestra propia mente», concluyó en su intervención.

Las redes neuronales que emulan las IA arribaron como un parteaguas en la traducción automática; la máquina aprende constantemente para producir traducciones más acertadas. Y aunque muchas de esas herramientas son utilizadas para aligerar las cargas de trabajo, resultan insuficientes debido a su inexactitud ante la polisemia y otras maravillas estilísticas, explica Gretchen González, traductora e intérprete. Si bien la traducción automática produce resultados inmediatos, es incapaz de detectar ciertos matices de las palabras, admitió.

«Las máquinas no conocen el mundo. Un algoritmo nos permite comprar una venda para las heridas en línea pero no lo utilizaríamos para traducir un poema. La traducción es un arte que vale la pena proteger», aseguró González.

En intercambio con el público, Henríquez debatió acerca de los conceptos de singularidad, los protocolos ante la posibilidad de vida extraterrestre y los procesos de aprendizaje. El científico considera que los profesionales de las letras y las humanidades también deben explorar los entresijos del espectro de las IA.

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De la memoria fragmentada: letras que danzan