«La noche de Judas», un testimonio coral de la lucha contra el tiempo

La escisión y la soledad protagonizan La noche de Judas, antología de cuentos que nos ofrece Carlos L. Zamora al cuidado de Cubaliteraria . Aunque se trata de temas muy socorridos en la literatura cubana más reciente, el autor los aborda desde el extrañamiento de personajes marcados por algún tipo de ruptura, ya sea matrimonial o familiar.

Las trece piezas que conforman el volumen toman a la Cuba de finales del siglo XX y comienzos del XXI como espacio de representación, y realizan una exploración profunda del individuo y la familia como organismos capaces de experimentar las alteraciones del medio circundante y reaccionar en consecuencia. Se hallan agrupadas en dos partes: el primero lleva por título «La noche de Judas» y ofrece una visión enfocada hacia la psique de protagonistas que portan en su interior las huellas de un desarraigo sociocultural, como se aprecia en el relato que da nombre al libro y en el titulado «Los lados del espejo», uno de los cuentos más profundos y sugestivos. Abundan también los sujetos que, para sobrevivir en una cotidianidad plagada de rutinas o, por el contrario, signada por la incertidumbre, necesitan buscar un asidero en seres del pasado, en la noche o las sombras de la imaginación. Sobre ello versa la trama expuesta en «La noche de Judas», donde el protagonista debe recurrir a una vívida recreación de escenas eróticas previas a fin de que no se venga abajo la delicada y pragmática relación que sostiene con una jinetera.

La segunda parte se titula «La sagrada familia» y, como cabe suponer, traslada el análisis a un nivel superior al individuo. Se inicia con un cuento homónimo, fraccionado en semblanzas episódicas sobre distintos miembros de una gran familia cubana, las cuales escarban en los más profundos resquemores y cicatrices generados por el tiempo, el peor enemigo de esa entelequia que es el hogar unido e inamovible.

Un segundo relato, la felicidad conyugal, nos sumerge en el pasado de un matrimonio abocado a las más crudas y variadas reconstrucciones de una violación para mantener vivo el deseo del esposo, quien es víctima del complejo de Edipo y de una irrefrenable inquietud artística que lo lleva a explotar sus habilidades como pintor en su búsqueda de la satisfacción de una meta inalcanzada, a saber: el amor carnal de su madre. Se trata de uno de los relatos más complejos e inquietantes del volumen, al asomarse como ningún otro a los misterios de la psique y el morbo erótico.

«La advertencia», tercer relato del bloque y último del libro, recoge un suceso tragicómico que se repite en varias familias de un poblado costero de Cuba: la desaparición de los restos mortales de distintas personas de sus respectivos ataúdes. Ambientado en Puerto Blanco, un lugar ficticio inspirado en la topografía y las leyendas de Puerto Padre, el cuento adereza el suceso narrado con una imagen arquetípica de los pequeños pueblos, usualmente evocados como una gran familia en la que no faltan la camaradería y los cotilleos malintencionados.

Como el propio Zamora ha dicho, no existen los temas trillados, solo hay que delinear nuevas perspectivas. Y así lo hace: la emigración y el desarraigo cohabitan en el libro con el resto de temas, pero se observan desde la óptica de quienes permanecen en la Isla junto a la familia escindida por la migración externa y de la del campesino arrancado de su medio por la migración interna. El matancero concibe un coro de voces que, en medio de sus experiencias individuales —decepciones, traiciones, conflictos familiares y trastornos de la personalidad—, inquietan al lector al enviarle un mensaje que, agazapado tras las letras, se repite en bucle a lo largo del volumen: «Tenga cuidado, quizás esté avanzando hacia un espejo».

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