Hay un constante ir y venir de personas. Se forman largas filas frente a los pabellones que exhiben libros infantiles junto a plumones, crayolas y otros útiles escolares. La fortaleza San Carlos de la Cabaña abrió sus puertas al público y la 33 Feria Internacional del Libro de la Habana es un hecho.
Sí, tenemos carencias. También es cierto que sufrimos un déficit de generación eléctrica. En general, el contexto que vive hoy Cuba es complicado, pero la Feria es una fiesta necesaria. Surge entonces el debate sobre los libros muy caros, pero la realidad es que también se encuentran verdaderos tesoros de la literatura universal a precios económicos. Sin dudas, La Feria es un acontecimiento esperado por aquellos que apuestan y defienden la importancia de enriquecer la espiritualidad, especialmente en estos tiempos.
Cada año, La Cabaña y demás subsedes de la
FILH 2025 se convierten en el espacio imprescindible para el intercambio
cultural entre la mayor de Las Antillas y otros países del mundo. Es una oportunidad
invaluable para los editores, escritores, poetas, traductores y gestores
literarios cubanos y extranjeros.
En esta ocasión es Sudáfrica el país Invitado de Honor, pero es el gran continente africano quien recibe especialmente el homenaje literario. Por los adoquines de la otrora fortaleza militar española, ahora desandan visitantes africanos, latinoamericanos, asiáticos, europeos… todos buscan llevar nuevos libros a su biblioteca personal, quizás encontrar un buen regalo para alguien querido o disfrutar el placer de asistir a una lectura, un concierto, una presentación y hasta alguna obra de teatro, porque la fiesta literaria siempre ha tenido ese carácter integrador, desde sus inicios, y sigue creciendo.
El ir y venir de las personas se repetirá en cada jornada y así continuará hasta que cierren las añejas puertas de este espacio a cielo abierto. La Feria transitará entonces por otras ciudades, otras calles, otros serán los protagonistas… pero compartiremos con ellos la misma voluntad sanadora de espíritus, la misma esperanza.
Desde lo alto, vigilante, vuelve San Carlos de la Cabaña a reafirmar que Cuba está viva, que anda y tropieza con piedras duras; pero es además, y sobre todo en estos días, refugio enriquecedor para el arte y la cultura.