Con los rizos desordenados a causa del aire impertinente que este viernes azota en San Carlos de la Cabaña, Iliana Jiménez camina y disfruta el ambiente de la 33 Feria Internacional del Libro de La Habana.
Es ella una cubana residente en Europa, en Italia, en Turín y trae para presentar en la fiesta literaria cuatro libros para niños, de Virginia Mergè, una escritora romana.
Son libros para colorear, que la autora ilustró, cuatro historias diferentes bilingües, salidas de una pequeña editorial que se integra al Centro de Estudios Italia-Cuba y crea puentes de amistad con la Casa Editora Abril, explicó.
Iliana expresó alegría de participar en la Feria, y aunque viaja con frecuencia a la Isla, los días de la Feria constituyen encuentros con amigos, y la oportunidad de expresar que los cubanos que residen allende los mares apoyan de muchas maneras al país.
La historia de esta mujer traspasa el espacio físico del evento que se desarrolla en la otrora fortaleza colonial, está ligada a la música, a la cultura y a la vida.
Enrique Ubieta, el reconocido intelectual cubano contó, ante el rubor de Iliana, que en los días difíciles de la pandemia de Covid-19, cuando la brigada médica cubana llegó a Turín para ayudar a salvar a la población del virus letal, Iliana fue traductora y estuvo en zona roja, codo a codo con sus coterráneos.
Tuvo a su cargo la traducción al italiano del Diario de Turín: la solidaridad en tiempos de pandemia, de Ubieta. Un texto humano y sensible que narra historias altruistas de los médicos cubanos en aquellos días duros, lejos de la familia y la Patria, cuando a riesgo de sus vidas salvaron a miles.
Graduada del Instituto Superior de Arte (ISA) en Cuba, en la especialidad de dirección coral y fundadora del coro Exaudi, Iliana forma parte de la dirección del Centro de Estudios Italia-Cuba, y junto a otras cubanas, en aquella ciudad se empeña también en demostrar la valía de la mujer en todas las esferas de la sociedad.
Fue una breve conversación, justo frente al stand de la Editorial Abril, un instante que sirvió para dejar constancia gráfica de su andar por la Feria, con los rizos al viento.
Esta cubana, llegada del viejo Continente, se presentó con la certeza de que más allá de los libros que propondrá, este viaje constituye pretexto para el reencuentro con su tierra, para expresar su apoyo en momentos crudos, para respirar La Habana.
Saboreando un café, sin soltar un puñado de libros asidos a su pecho, caminó hasta perderse entre los adoquines.