Cuando da sus primeros pasos la Feria del Libro en Santiago de Cuba, aumenta también la participación de amantes consagrados de la literatura y curiosos descubridores, atraídos por alineadas hileras de textos que adornan el centro histórico de la ciudad.
A decir de Leidimy Arias, seguidora de los relatos históricos, desde la apertura matinal de los kioscos al público, comenzó la búsqueda de obras para su colección, ahora enriquecida con la novela Bertillón 166, símbolo de la lucha contra la represión de Fulgencio Batista, escrita por José Soler Puig, ícono de la narrativa del siglo XX, en edición reciente incluida en la colección «Biblioteca del Pueblo».
Agradeció la posibilidad de regalar a sus hijos ejemplares de literatura infantil, en especial los dedicados al aprendizaje didáctico, pues le permite sembrar desde la niñez la pasión por la lectura.
Ante el stand de la Editorial Oriente, Carla Suárez, de 15 años de edad, apuntó el interés por los autores locales, pues sus textos acercan un poco más al lector a las características culturales de la ciudad.
«La formación de la identidad constituye un asunto de gran importancia entre los adolescentes, y descubrir detalles del pasado y presente del lugar donde vivimos entre las páginas de un libro ayuda también a construirse por dentro», explicó.
Por su parte, Amelia Álvarez, de 11 años de edad, aseguró que la feria es el espacio ideal para reunir personas de todas las edades y mostrar lo divertido de compartir el gusto por la lectura.
Muchos libros devienen sinónimo de sabiduría, explicó la pequeña, y ese es el espíritu que invade a los pioneros cuando salimos de las escuelas junto a las maestras para recorrer los puestos de venta de la calle Enramadas y visitar La Gran Librería.
En su edición 33, la fiesta de la literatura se muestra en la Ciudad Héroe como un abrazo al aprendizaje y los saberes, sin importar gustos o edades.