El libro físico no está en peligro
19 febrero, 2025 por
Lia Rodríguez Reina
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 La transformación digital ha cambiado radicalmente la forma en que consumimos información, y el sector editorial no ha sido la excepción. La inteligencia artificial, cada vez más presente en diversos ámbitos, despierta preguntas sobre su impacto en la industria del libro: ¿Es una amenaza para los procesos tradicionales o una herramienta para enriquecerlos? 

 

   Para debatir sobre este tema llegó al Salón Profesional el investigador, editor y librero Boris Faingola, quien ofreció una charla moderada por Melody Barceló Viamonte, estudiante de Ciencias de la Información en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Con varios años de experiencia en el mundo editorial y un profundo conocimiento del sector iberoamericano, Faingola expuso su visión sobre la relación entre la inteligencia artificial y la edición de libros, poniendo énfasis en la necesidad de equilibrar tecnología y factor humano. La conversación estuvo todo el tiempo intencionada por las preguntas que le realizara Melody Barceló.


—M: Me gustaría que, desde su experiencia, nos comentara qué puede aportar la inteligencia artificial en el sector editorial. Se plantea siempre como una herramienta, pero también surgen interrogantes sobre si sustituye o complementa. ¿Cuáles considera usted que son los principales beneficios de su aplicación en este ámbito?  


—B: Nosotros elegimos un título provocador para esta charla precisamente para incentivar la reflexión. Para mí, la inteligencia artificial es, sin dudas, un complemento. No somos dueños absolutos de la verdad, pero después de cincuenta y dos años en el mundo editorial, puedo decir con certeza que la tecnología no viene a reemplazar lo humano, sino a potenciarlo. “He visto evoluciones similares con otras herramientas: primero fue la realidad virtual, luego la realidad aumentada y ahora la inteligencia artificial. En cada caso, se ha logrado un impacto positivo cuando se ha utilizado como un apoyo, no como un sustituto”.  


   Para ilustrarlo, Faingola trajo a colación un ejemplo concreto: una aplicación interactiva basada en la conocida historia de Alicia en el país de las maravillas.  


   “Es este un juego que combina la lectura con la tecnología: el niño puede vivir la historia, participar en desafíos, pero con una condición innegociable: para avanzar, debe leer el libro. Si no lee, no puede jugar”, comentó Boris al respecto. Así, se logró convertir lo lúdico en un incentivo para la lectura, y demostró esta experiencia que la tecnología puede atraer a los jóvenes hacia los libros sin reemplazarlos.  


   Volviendo al ámbito editorial, Faingola se refirió a la automatización de tareas y reflexionó sobre cómo las herramientas de inteligencia artificial pueden optimizar procesos, pero también sobre los riesgos que esto conlleva en términos laborales. 

 

   —B: “La inteligencia artificial puede ayudarnos en aspectos técnicos como la edición, el marketing y la evaluación de tendencias, pero hay que ser cuidadosos. Si una máquina puede hacer el trabajo de cincuenta personas, ¿qué ocurre con esos empleos?” Hay que encontrar un equilibrio. No se trata de rechazar la tecnología, sino de integrarla sin perder de vista el factor humano, enfatizó.


   —M: ¿Cree que el uso de la inteligencia artificial podría deshumanizar el proceso editorial?

  

   —B: “Esta preocupación no es nueva. Kubrick lo planteó en 2001 con su Odisea del espacio, y la idea sigue vigente: cuidado con la computadora que puede eliminar al ser humano. No digo que sea apocalíptico, pero sí es una advertencia”. 


   “La clave está en cómo usamos la tecnología: si nos sirve para crear experiencias más ricas, para ampliar los sentidos y fomentar el hábito de lectura, bienvenida sea. Pero nunca puede reemplazar lo esencial: la creatividad, la sensibilidad y la mirada humana”, trascendió en la conversación.


   Finalmente, la conversación se dirigió hacia una mirada regional y cómo América Latina se compara con otros mercados en materia de digitalización en el sector editorial.


   —B: Solo hay tres países en el mundo donde el libro digital ha superado al impreso: Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania. En el resto, el impreso sigue predominando. En América Latina, la cifra de mercado del libro digital no supera el 8 %, incluso en España. Esto nos dice algo importante: el libro físico no está en peligro. 


   A modo de cierre, Faingola enfatizó que el futuro del sector editorial no está en la sustitución, sino en la integración inteligente de la tecnología. “Hagamos que la IA sea un complemento, nunca un reemplazo. Si logramos que más jóvenes se enamoren de los libros gracias a ella, habremos encontrado el verdadero camino”.  

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